viernes, 23 de septiembre de 2022

PROFESIONALES TÉCNICOS DE LA CARGA SACRA EN NUESTRA TIERRA

 

La Semana Santa vive en una permanente irrealidad desde hace demasiado tiempo, en relación al contexto que significa la carga de la religiosidad popular, durante las procesiones pasionistas que recorren cada pronta primavera las calles y plazas de nuestra querida Sevilla. Vivimos en una tierra, en la que en no pocas ocasiones, los interesados y oportunos árboles del bosque cofrade impiden que veamos la realidad de las cosas.
    El vocablo “hermano” en el particular universo de la gente de abajo, es un concepto de dudosa realidad en nuestros días.
    El concepto de “hermano costalero” es en la actualidad, una utopía enmascarada por la impostura del denominado como “costalero hermano”. El idolatrado “hermano costalero” es una creación artificial orquestada en la oscuridad de las mayordomías de las hermandades, bajo la cómplice anuencia de los capataces de cofradías.


    En el caso de los hombres de negro la situación es diferente a la del costalero. Por una serie de circunstancias coyunturales de diversa índole que ahora no vienen al caso, los capataces conservaron su estatus de independencia en el organigrama de la cofradía, durante el proceso de transición que condujo al centenario oficio de la carga sacra del sistema asalariado a la realidad actual.
    Decía Antonio Burgos en una publicación aparecida en el diario ABC de Sevilla (19/04/1979), que los “niños” habían echado de los pasos a los costaleros y a los capataces de toda la vida. Burgos afirmaba que con las nuevas cuadrillas se acababa para siempre el oficio de costalero. Para el periodista todo lo que había ahora debajo de las parihuelas era artificial, fruto de una enseñanza académica alejada de cualquier tipo de tradición y magisterio.
    Pero la realidad del asunto es que a pesar de la frase lapidaria del controvertido personaje, el trabajo de costalero sigue siendo un oficio en la ciudad de Sevilla con todo lo que ello conlleva. Otra cosa diferentes es que como consecuencia del cambio de coyuntura experimentado por la nación española durante las últimas décadas del pasado siglo XX, este haya dejado de ser remunero en la mayoría de los casos en la actualidad.
    De todas formas sería conveniente que en algún momento mirásemos a nuestro alrededor. Las hermandades hoy siguen pagando a los floristas, pagan a los fabricantes de cera, estipendian a los populares y mediáticos vestidores de las imágenes, remuneran a los bandas y servidores, etc. Todos estos grandes profesionales de su oficio cobran religiosamente por realizar su trabajo ¡como Dios manda!
    No creo que sea ningún disparate pensar que los costaleros pudieran cobrar por la realización de un trabajo técnico, que desde la noche de los tiempos pretéritos saben ejecutar a la perfección.
    De todas formas como consecuencia de la maldita pandemia que ha venido asolando nuestras vidas durante los dos últimos años, referir que la situación del costalero ha quedado perfectamente retratada como alguien “diferente” al resto de los miembros del cortejo de la cofradía. Por supuesto la singular diferencia, que ha variado en función de los tiempos y de la catadura moral de los dirigentes de cada corporación, se convirtió en igualdad a la hora de pagar.
IMAGEN: “Homenaje a las antiguas collas del muelle”. Relieve de Manuel Echegoyán González (1905 - 1984). Edificio de la Junta del Puerto de Sevilla, en la Avenida de la Raza.
GONZALO LOZANO ROSADO