Como empezar a contar algo que te produce dolor y sensaciones tan
contradictorias, intentaré contaros como fue mi Domingo de Ramos...Tan cerca y
a la vez tan lejos de ella.
El Domingo se levanto espléndido, todo apuntaba
a que sería un domingo radiante. Por fin llegó ese día tan esperado por todos
los cofrades y especialmente por nosotros, los costaleros mercedarios.
Pero
al mismo tiempo una angustia, pena o desilusión..... no sabría describirlo..... inundaba en todo mi cuerpo, este año no podría ser su costalero.
Mis niñas me
preguntaban. ¿Que te pasa papi?.... Yo solo les decía no te preocupes mi
vida.
Me fui temprano para San Agustín, quería estar al lado de mi gente y
vivir con ellos los momentos previos a la salida. Cuando llegue, todo eran
abrazos, saludos y palabras de ánimo, gracias de todo corazón.
Mi amigo Agüera me había llamado varias veces, quería llevar mi costal, un gesto que me emocionó, lastima que vi las llamadas tarde.
Cuando todo el mundo se estaba preparando para la salida, yo sinceramente me sentía desnudo, yo lo que quería, era coger mi costal, ponerme la faja y estar debajo de sus trabajaderas.
Mi amigo Agüera me había llamado varias veces, quería llevar mi costal, un gesto que me emocionó, lastima que vi las llamadas tarde.
Cuando todo el mundo se estaba preparando para la salida, yo sinceramente me sentía desnudo, yo lo que quería, era coger mi costal, ponerme la faja y estar debajo de sus trabajaderas.
En la
salida la emoción me podía, me puse en un costero para en la medida de lo
posible aliviar a esos valientes que año tras año logran ese mágico momento, de
sacar a la calle a mi virgen de la Palma.
Por fin, ya estaba en las calles de
Marchena, estuve detrás de ella todo el tiempo que pude, ya que mis obligaciones
como padre no me dejaron estar todo lo que hubiera deseado.
Rápidamente me fui
a otro punto muy especial para mi, calle Orgaz, la presentación a mi hermandad,
emocionante como siempre, otra vez los sentimientos a flor de piel. Dios mio
como anda este paso, que bonita venía. Las levantas impecables, las bambalinas
rozaban suavemente los varales, la candelería totalmente encendida y parecía
venir sonriendo, que sus niños costaleros la están paseando por su
pueblo.
Cuando paso por allí, me fui deprisa para ver su entrada. Allí
estuve, la vi subir por calle Sevilla y recorrer todos los jardines hasta que
mi rodilla dijo basta.
Sentimientos encontrados, estaba viviendo lo que tanto
añoro y al mismo tiempo no podía formar parte de lo allí estaba pasando.
Muy orgulloso de pertenecer a esta gran cuadrilla ( familia ) de
costaleros. Somos un ejemplo a seguir.
Un abrazo fuerte y que la virgen de la Palma os bendiga.
ALFONSO COBANO RODRIGUEZ