Hasta aquí hemos llegado queridos hermanas/os. Finaliza esta Semana Santa tan diferente, que este año lamentablemente hemos tenido que vivir, desde la intimidad y el recogimiento de nuestros hogares. La Victoria del Señor Resucitado sobre la muerte pone el punto y final un año más en nuestra tierra, a la singular conmemoración de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Llega el momento de devolver las parihuelas de los pasos despojadas ya del boato iconográfico, que sostiene la religiosidad popular en nuestras calles, a la soledad de los almacenes y casas de hermandad. Los músicos guardarán sus instrumentos en sus fundas y estuches, y el cesto del lavadero de las casas se colmará de ropas costaleras trabajadas, como manda la centenaria tradición debajo de los pasos.
Las túnicas nazarenas ocuparán su lugar de todo el año en los armarios. Y los hombres de negro participarán del ritual de entregar sus ternos bendecidos por la cera, en las tintorerías. En el mismo momento que estalla la primavera, en miles de olores y colores en las calles y plazas de nuestra ciudad, parsimoniosamente la Sevilla cofrade entrega los trastos al ruedo maestrante, como siguiente escenario de nuestras costumbres y tradiciones primaverales.