viernes, 1 de abril de 2022

LA ESTIGMATIZACION DEL COSTALERO DEL SIGLO XXI

 

“La facilidad con que una sociedad desprecia, y hasta sepulta las visiones discrepantes depende evidentemente del conjunto de lagunas compartidas por sus ciudadanos. No nos damos cuenta de lo que nos desagrada ver y tampoco nos damos cuenta de que no nos damos cuenta….” (Daniel Goleman)
    Es evidente que la Semana Santa que vivimos nada tiene que ver con la que vivieron nuestros abuelos. Asumiendo está premisa que identifica a la anual conmemoración primaveral de la Pasión de Cristo en nuestra tierra, como una fiesta viva capaz de evolucionar a lo largo del tiempo, llama poderosamente la atención como la vorágine globalizadora que azota nuestras azarosas vidas, ha alterado cuestiones básicas en el ancestral organigrama de las hermandades y cofradías sevillanas. Claro ejemplo de ello es lo que está sucediendo cada vez con más frecuencia en el singular y particular mundo de la gente DE abajo.


    El trabajo de costalero en la ciudad de Sevilla fue siempre considerado como un oficio, con todo lo que ello conlleva. Otra cosa diferente es que como consecuencia del cambio de coyuntura experimentado por la nación española durante el último cuarto del pasado siglo XX, este haya dejado de ser remunerado en la mayoría de los casos. Sin embargo en la actualidad vivimos situaciones, lamentablemente cada vez más frecuentes, en las que el costalero tiene mayor número de citas en la hermandad para otras cuestiones, que las que requiere específicamente el trabajo que desarrollan la gente de abajo en las parihuelas de los pasos.
    Con el paso del tiempo la figura del costalero normalizó su consideración social, dejando de ser el lumpen de la Semana Santa de Sevilla. Pero también ha visto como las noveleras juntas de gobierno han diversificado sus funciones.

    El costalero además de cargador sacro ahora ejerce de improvisado postulante en los cultos y actos de la corporación. Acude “voluntariamente” a las acciones solidarias de las diputaciones sociales. El costalero participa “gustosamente” de las convivencias de hermandad que otros organizan y ellos amortizan y trabajan. El costalero porta el paso, pero también las andas de las sagradas imágenes en vía crucis y traslados. El costalero es movilizado como distinguido votante cuando llegan las elecciones. El costalero está para todo, so pena de perder su puesto de privilegio en la estación de penitencia.
    El costalero del siglo XXI se ha convertido en la propicia “gallina de los huevos de oro” para las mayordomías de nuestras queridas hermandades.
  
    Según la cátedra de la costalería sevillana tradicional lo que tiene que hacer el costalero es empujar para arriba, saber caminar de frente, obedecer la voz de mando de su capataz y ser solidario en el trato y en el trabajo con los compañeros de la cuadrilla. El problema de lo que acontece en la actualidad, radica en el manifiesto aborregamiento de capataces y costaleros una vez más. Cada uno va a lo suyo, por eso se ha perdido el carácter gremial del centenario oficio. Esta circunstancia dota de poder a las desmemoriadas juntas de gobierno en su particular cruzada. Llegados a este punto, no podemos perder de vista que el único y verdadero triunfo de la cuadrilla radica en la unidad y fortaleza del grupo. Así que lo de divide y vencerás iguala perfectamente en esta simbólica trabajadera.
    El atentado contra la salud que significa “recomendar” el uso de mascarilla debajo de los pasos, los controvertidos test de antígenos, la necesaria pauta completa de vacunación, etc., es solamente la punta del iceberg de una cuestión que lleva latente desde hace demasiado tiempo en el seno de la sociedad cofrade sevillana. Porque la realidad del asunto es que el verdadero enemigo lo tenemos en casa. Los árboles no deben impedir que veamos el bosque. Va siendo momento de dirigir nuestra mirada hacia el verdadero foco de atención de todo esto. Foco que todos y cada uno de nosotros sabemos perfectamente donde se encuentra, así que no digo más. Ahora que cada palo aguante su vela, porque esto es solamente el principio de lo que se nos viene encima.
GONZALO LOZANO ROSADO