lunes, 13 de abril de 2020

LA DESARMÁ

Hasta aquí hemos llegado queridos hermanas/os. Finaliza esta Semana Santa tan diferente, que este año lamentablemente hemos tenido que vivir, desde la intimidad y el recogimiento de nuestros hogares. La Victoria del Señor Resucitado sobre la muerte pone el punto y final un año más en nuestra tierra, a la singular conmemoración de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Llega el momento de devolver las parihuelas de los pasos despojadas ya del boato iconográfico, que sostiene la religiosidad popular en nuestras calles, a la soledad de los almacenes y casas de hermandad. Los músicos guardarán sus instrumentos en sus fundas y estuches, y el cesto del lavadero de las casas se colmará de ropas costaleras trabajadas, como manda la centenaria tradición debajo de los pasos.

Las túnicas nazarenas ocuparán su lugar de todo el año en los armarios. Y los hombres de negro participarán del ritual de entregar sus ternos bendecidos por la cera, en las tintorerías. En el mismo momento que estalla la primavera, en miles de olores y colores en las calles y plazas de nuestra ciudad, parsimoniosamente la Sevilla cofrade entrega los trastos al ruedo maestrante, como siguiente escenario de nuestras costumbres y tradiciones primaverales.




Hoy todos debemos sentirnos identificados con el toreo, que espera la salida del incierto futuro, por la puerta del chiquero. En el ruedo de nuestras vidas se encuentra un toro con nombre de virus al que tenemos que enfrentarnos, con firmeza y echando la pata “palante”. Templando, mandando y bajándole la mano cuando sea necesario, para que cuando Dios lo estime oportuno matarlo por todo lo alto. Devolviéndolo a las entrañas del mismo averno, de donde nunca tenía que haber salido.
Es el momento de comenzar a hacer frente a la realidad que se nos viene en lo alto. Es momento de reflexionar y de poner las ideas en orden, para librar con garantías de victoria, la batalla contra el maldito virus y otras circunstancias adyacentes, que en un abrir y cerrar de ojos han dado un vuelco a nuestras acomodadas vidas. Esta sí que va a ser una larga estación de penitencia hermana/os. Pero como todas las que anteriores hemos realizado a lo largo de los años, habrá de terminar con la satisfacción de haber llegado a buen puerto.

Que la ESPERANZA guíe nuestro caminar con firmeza, y que el GRAN PODER DE DIOS nos ayude a encontrar la luz al final de esta travesía entre las tinieblas, que desde hace unas semanas pone cada día a prueba la fe en nuestras creencias.
¡Ahí quedó! Hasta el año que viene si Dios quiere.
GONZALO LOZANO ROSADO
Semana Santa 2020